jueves, 20 de noviembre de 2014

Cerraduras
                                                                          Norma Del Buono
El profesor de Literatura Equis trabaja en el turno noche de una escuela pública. Es nuevo en la institución pero no en la docencia. Le gusta su materia y también su trabajo frente a ese grupo de jóvenes predispuestos a no hacer nada. Como ha estado leyendo con ellos una obra de teatro, quiere pasar del texto a la acción o, mejor dicho, a la representación. La escuela cuenta con una sala pequeña, acondicionada con escenario donde funciona el Taller de Teatro en el turno mañana. “El lugar ideal para trabajar con mis chicos”, piensa Equis, mientras se dirige a la dirección a solicitar permiso para abrir el salón.  Así, comenzará para él un largo trayecto de explicaciones: que las autoridades no saben quién tiene la llave, que si es imprescindible hay que pedirla en el turno mañana, que el turno noche no tiene acceso a la sala de ensayo,  que no hay un responsable que pueda tramitar ese pedido, que tendría que ir el profesor en persona a hablar con la dirección de la mañana e iniciar el trámite,  que basta con que lean la obra ya que es más o menos lo mismo.
A la semana siguiente, Equis entiende que un par de llaves no va a impedir concretar su propósito. Pide que le permitan hacer su experiencia en el pequeño patio trasero de la escuela: allí no van a molestar ni ser molestados.  La respuesta es rotunda y sonora: ¡NO! Con superioridad pedagógica,  le explican que el patio trasero no es un ámbito adecuado para sensibilizaciones de dramaturgia. Además, la puerta está cerrada  y habría que ver dónde está esa llave. Nadie sabe. Nadie contesta.
Nuestro profesor  se encuentra en una encrucijada y tiene que elegir: abandonar su propósito, rumiar la rabia por  falta de apoyo, ir a quejarse a sala de profesores y finalmente regresar a su casa a dormir pensando que el día siguiente será mejor. El otro camino es seguir adelante, buscar una solución y ver qué se le ocurre al grupo de alumnos que comenta con malicia que el turno mañana accede a otras oportunidades negadas para ellos.
Lector, nos acercamos al desenlace de esta historia. Los jóvenes aprendieron a poner en escena fragmentos de la obra que estaban leyendo. Vaciaron su propia aula y con improvisadas lámparas y un celular con parlantes recrearon el clima  para conmover a los espectadores.  En cuanto a Equis, sus compañeros cuentan que  ha entrado en un abismo de profundas reflexiones. En silencio, mientras avanza hacia el salón por los pasillos de la escuela, se pregunta incesantemente, con toda razón, si realmente las autoridades quieren docentes capaces de generar cambios para educar a los alumnos del futuro.  Y por más que piense y le dé vueltas al asunto,  no encuentra la solución para ser creativo en una escuela llena de cerraduras huérfanas siempre a la espera de llaves perdidas.



martes, 18 de noviembre de 2014

La primera practica, el primer seño

     Eran mis primeros días de observaciones en el Pre-jardín, en donde me sentía muy contenta por haberme tocado la sala de 2. Todos los días iba feliz al jardín y más cuando entraba y los niños venían corriendo a abrazarme, se me iluminaba la cara. ¿Cómo puede ser que los niños te puedan poner tan feliz y hacerte olvidar de todos los problemas?
    Un día, como todos los otros, entré y los pequeños se encontraban jugando en el patio con los triciclos, con tierra, en las hamacas, toboganes, etc. En ese momento, cuando miramos para arriba, observamos que se venía la tormenta. Ellos se empezaron a revolucionar y comenzaron a correr por todo el patio y, como no estaba la seño, yo los tranquilicé para luego, con la canción “guardar”, ordenar los juguetes y así poder entrar a la sala.
      Una vez que hice que se sacudan la ropa para sacar la tierra que tenían, los hice poner en el tren para llevarlos adentro, haciéndome cargo de ellos y explicándoles que la seño Romina se había ido pero que ya volvía y que ahora me tenían que hacer caso. A la hora de formar el tren, pelearon porque todos querían ir adelante. Luego comencé a cantar la canción, y así ellos, tomándose de los hombros, iban caminando y cantando conmigo.            
   Rápidamente sin decirles nada fueron a buscar sus toallas para lavarse las manos y mientras yo les ponía la sillita para que lleguen al lavatorio de manos, me decían “Seño me ayuda a lavar mis manos sucias”, eso hizo que me llenara los ojos de lágrima y lo hiciera. Casi todos hacían la fila poniéndose uno atrás de otro y cuando era su turno te pedían el jabón, hubo que decirles que el jabón se lo pasaban una sola vez y luego se tenían que enjuagar, porque si no se gastaría mucha agua. Era un poco difícil para mí, ya que era la primera vez que tenía que cuidar a niños. Estaba mirando constantemente que hacían los que se encontraban en la sala jugando y los que estaban conmigo en el baño porque se podían caer de la silla. Pasando esos nervios, hice que se laven las manos todos los niños.
    Luego ordené las mesas para que pudieran merendar. Cuando estaba todo puesto y por cantar la canción “de los enanitos”, Romina llegó y viendo que estaban todos sentados empezó a cantar conmigo. Ya todos organizados y con la comida o bebida abierta, empezaron a comer. Pero la gran pelea que se presentaba todos los días, era el compartir, que lo implementábamos en todo momento, pero muy pocas veces los niños lo realizaban.  
   Luego de varias actividades y de contarles un cuento, concluyo mi día, yéndome llorando a mi casa y con una alegría impresionante.
  Esa experiencia hizo darme cuenta que realmente me gusta mucho esta carrera y a pesar de los altibajos no voy a bajar los brazos y así seguir hasta terminarla.

lunes, 10 de noviembre de 2014

Mi entrada de prueba

¡Hola!
Esta es mi entrada de prueba.
Una lista de los cinco momentos de mi relato:
  1. Trabajo de Práctica I: Instituciones y Contextos.
  2. Primer observación del contexto en un jardín.
  3. Entrevistas institucionales.
  4. Algunos conflictos institucionales, delegación de tareas, toma de decisiones.
  5. Desilusión por no ser invitadas a entrar al aula.  
¡Saludos!