Cerraduras
Norma Del
Buono
El profesor de Literatura Equis trabaja en el
turno noche de una escuela pública. Es nuevo en la institución pero no en la
docencia. Le gusta su materia y también su trabajo frente a ese grupo de jóvenes
predispuestos a no hacer nada. Como ha estado leyendo con ellos una obra de
teatro, quiere pasar del texto a la acción o, mejor dicho, a la representación.
La escuela cuenta con una sala pequeña, acondicionada con escenario donde
funciona el Taller de Teatro en el
turno mañana. “El lugar ideal para
trabajar con mis chicos”, piensa Equis, mientras se dirige a la dirección a
solicitar permiso para abrir el salón. Así, comenzará para él un largo trayecto de
explicaciones: que las autoridades no saben quién tiene la llave, que si es
imprescindible hay que pedirla en el turno mañana, que el turno noche no tiene
acceso a la sala de ensayo, que no hay
un responsable que pueda tramitar ese pedido, que tendría que ir el profesor en
persona a hablar con la dirección de la mañana e iniciar el trámite, que basta con que lean la obra ya que es más
o menos lo mismo.
A la semana siguiente, Equis entiende que un
par de llaves no va a impedir concretar su propósito. Pide que le permitan
hacer su experiencia en el pequeño patio trasero de la escuela: allí no van a
molestar ni ser molestados. La respuesta
es rotunda y sonora: ¡NO! Con superioridad pedagógica, le explican que el patio trasero no es un
ámbito adecuado para sensibilizaciones de dramaturgia. Además, la puerta está
cerrada y habría que ver dónde está esa
llave. Nadie sabe. Nadie contesta.
Nuestro profesor se encuentra en una encrucijada y tiene que
elegir: abandonar su propósito, rumiar la rabia por falta de apoyo, ir a
quejarse a sala de profesores y finalmente regresar a su casa a dormir pensando
que el día siguiente será mejor. El otro camino es seguir adelante, buscar
una solución y ver qué se le ocurre al grupo de alumnos que comenta con
malicia que el turno mañana accede a otras oportunidades negadas para ellos.
Lector, nos acercamos al desenlace de esta
historia. Los jóvenes aprendieron a poner en escena fragmentos
de la obra que estaban leyendo. Vaciaron su propia aula y con improvisadas
lámparas y un celular con parlantes recrearon el clima para conmover a los espectadores. En cuanto a Equis, sus compañeros cuentan que ha entrado en un abismo de profundas
reflexiones. En silencio, mientras avanza hacia el salón por los pasillos de la
escuela, se pregunta incesantemente, con toda razón, si realmente las
autoridades quieren docentes capaces de generar cambios para educar a los
alumnos del futuro. Y por más que piense
y le dé vueltas al asunto, no encuentra
la solución para ser creativo en una escuela llena de cerraduras huérfanas
siempre a la espera de llaves perdidas.